A Andolini le gusta hacer ejercicio regularmente en el gimnasio. Un día, mientras hacía ejercicios, se fijó en un apuesto bombero que entrenaba a su lado. No pudo evitar mirarle de vez en cuando, pero nunca se atrevió a entablar conversación.
Sin embargo, después de la sesión, cuando ambos se dirigían a los vestuarios, Andolini se atrevió por fin a romper el hielo. Empezaron a hablar de los beneficios del entrenamiento y de la vida sana. Andolini también confesó que siempre había tenido debilidad por los bomberos y que sentía un inmenso respeto por su profesión.
El bombero, por su parte, se sintió especialmente atraído por la enorme pieza que había visto en los pantalones cortos de Andolini. Siguieron hablando e intercambiando impresiones. Andolini, ahora confiado en su nuevo terreno de juego, dejó los calzoncillos en su taquilla y siguió a su nuevo amigo a las duchas con aire confiado.
La seducción estaba casi consumada, pero para finalizar el trato Andolini se instaló en la cabina de ducha frente a su amigo y la historia estaba escrita. Una vez hubo probado el producto de Andolini, no pudo negarse a ir a casa de éste, a pocos pasos de la habitación, para hacerlo realidad.
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